4.9.11

Días negros

Definitivamente, los días negros existen. Días en los te que pasan un montón de cosas malas.

Cuando era pequeña tuve un día especialmente negro. Un día de verano, después de ir al dentista a que me extrajeran un colmillo de leche que se negaba a caer, al llegar a casa se me rompió uno de los cacharros de cerámica que había hecho durante el curso anterior y al cual tenía bastante apego. Por la tarde, me fui a patinar a la plaza Lesseps para acabar llena de moratones y con la pierna rota. Todo el mismo día. Un día negro.

Supongo desde entonces han habido más días de esos, por fortuna nada tan espectacular como para que ahora lo recuerde (bueno, quizás el día que me arrolló un camión, me rompió dos costillas y envió a mi querido citroen AX directo al desguace, pero no recuerdo más calamidades ese mismo día, aparte de que intentaran trasladarme en la camilla cuando todavía estaba conectada al electrocardiógrafo o que ni siquiera se molestaran en limpiarme las heridas de la cabeza hasta que se lo dije a una enfermera).

Hoy está siendo otro día negro. Cuando he conectado el portátil del trabajo, me ha dicho que la batería no era compatible (¿cómo?). Después de unos cuantos intentos he visto que podía arrancarlo normalmente quitando la batería y funcionando sólo con electricidad. Ahora, ya pasadas unas cuantas horas, he vuelto a probar a conectar la batería y parece que no se queja. Ya veremos...

Mientras me preparaba la comida he decidido poner una lavadora. Ya tocaba. Todavía tengo toda la ropa del viaje a Formentera por lavar (suerte que era poca). La lavadora se ha negado a funcionar. Mirando el manual he intentado solventar el problema, pero en vano. Sigue sin arrancar. La lavadora es nueva, así que tiene garantía, pero hoy es domingo. ¿Por qué no me decidí a poner ayer (o el viernes, o el jueves) la lavadora? Ahora me toca esperar hasta mañana para llamar al servicio técnico, aunque con un poco de suerte pasará como con la batería del portátil y se arreglará sola en unas cuantas horas. Crucemos los dedos.

Visto que no podía avanzar en las tareas domésticas, he decidido ir a la piscina. He cogido los bártulos y he salido a la calle. Mientras iba pensando en mis cosas de repente me ha venido la inspiración y he pensado que no había cogido las gafas de la piscina. He tanteado el interior de la bolsa y, efectivamente, las gafas no parecían estar. He vuelto a casa, pero, como ya os podéis imaginar, como hoy es un día negro, ni rastro de las gafas de nadar. No están dentro de la bolsa ni tampoco están encima del puff donde siempre dejo la bolsa, ni alrededor, caso de que se hubieran caído. He buscado por armarios y cajones, pero ni rastro de ellas. Desaparecidas.

Ha sido entonces cuando me he dado por vencida. Hoy es un día negro y lo único que puedo esperar es que pase lo antes posible. No voy a ir a la piscina y me quedo en casa estudiando. Mañana será otro día.