27.7.06

Duran Duran: thank you!!!!


Hace más de 20 años que soy fan incondicional de los Duran Duran y todavía me siguen encantando. No sé cómo se lo montan, pero siempre tienen la canción adecuada para cada momento, ésa que describe exactamente cómo te sientes y que hace que no te sientas tan mal al saber que otras personas han pasado por lo mismo.

Hoy, mientras estaba jugando a las cartas, escuchando la música del ordenador, ha sonado una canción a la que nunca había prestado especial atención y que justo describe lo que siento en estos momentos: Liberty. Lo curioso del caso es que no la he escogido yo, sino que desde hace un par de semanas tengo seleccionadas todas las canciones del ordenador (5.109) y van sonando ordenadamente (Liberty es la 1.066).

Estoy puteada y aunque se está nublando en Barcelona no lo veo todo negro, sólo un poco borroso.

(por cierto, las fotos son de noviembre de 1988, en el Big Thing Tour, y yo soy la que señala la flecha roja)

23.7.06

Deportes de aventura


Ayer, después de 5 años diciendo: “este año sí”, por fin pude tachar otra cosa de mi lista de pendientes: hacer rafting.

A pesar de que esta actividad la queríamos hacer un grupo de amigos bastante numeroso (8 personas), finalmente sólo fuimos 3. Salimos de Barcelona a las 7:30 de la mañana, rumbo a Llavorsí. Llevábamos toda la semana discutiendo sobre el punto de salida, pero al final se impuso lo que a mí me parecía más lógico, salir desde casa de la persona que llevaba el coche (no soy yo, por cierto).

Nada más intentar salir de Barcelona, en la primera elección de carreteras, primera equivocación. La copiloto y yo no nos lo podíamos creer. Nos despistamos un segundo y la conductora se equivoca. Ahí empezaron los primeros roces del viaje: la copiloto diciendo que tomáramos un camino alternativo (que nadie había mirado pero que sobre el mapa parecía igualmente válido), yo diciendo que diéramos media vuelta y que volviéramos exactamente al punto de partida. No me bajé del burro por dos motivos: mi sentido de la orientación es pésimo, así que prefería ir por donde habíamos decidido de antemano y la segunda es que la persona que iba de copiloto siempre quiere tener la razón y su argumento suele ser subir el volumen de su voz. Ante eso yo no doy mi brazo a torcer.

Finalmente volvimos al punto de partida y seguimos el viaje, esta vez sin equivocarnos. Durante todo el trayecto estuve bastante apagada, en parte porque ellas dos hablaban de cosas sobre las que yo no podía opinar y en parte porque me di cuenta que la copiloto grita un huevo y el sonido de su voz me taladra un montón.

Respecto a la ruta, todo iba bien más o menos hasta llegar a unos 50 km de Sort. Entonces debíamos coger una vía menos principal que la que llevábamos hasta el momento. Resultó ser un calvario. Curvas y más curvas. La piloto que me pregunta que cómo iba y yo que le contesto: “aguantando” (yo me refería a las ganas de vomitar, pero ella entendió que no me mareaba, no se puede ser escueta...).

Al final, pese a las equivocaciones en la ruta y los 50 km de curvas, llegamos con tiempo suficiente, pagamos la tarifa y nos enfundamos en los trajes de neopreno. Yo tuve suerte y me dieron un traje nuevecito y que además no me costó nada ponerme. Una lástima que no hubiera espejo en el vestuario, la verdad es que me moría de ganas de saber cómo me quedaba puesto, pero me tuve que esperar a ver las fotos.

Quizás parezca extraño, pero al ponerme el traje de neopreno pensé en si la sensación que tienes al ponerte un traje de cuero debe ser la misma (supongo que no, porque la textura debe de ser totalmente diferente). ¿Y la sensación al ponerte un traje de látex, tipo X-men?

Una vez con los trajes puestos, reparto en los botes y primeras indicaciones sobre lo que tendríamos que hacer una vez en el agua. Ante la pregunta de qué dos personas querían ser capitanes del bote, que irían delante, únicamente dos voluntarias: una servidora y otra chica que ya había hecho rafting anteriormente (y yo que me pensé que habrían tortas por ir delante...).

El trayecto, de unas dos horitas escasas, fue fantástico. Muy, pero que muy divertido. Como cosas curiosas y que yo no sabía, deciros que los trajes de neopreno no son impermeables y que el bote tiene todo el suelo agujereado (cosa que al principio me sorprendió enormemente y a la que luego le vi la lógica al comprobar la cantidad de agua que entraba en el bote y que si no hubiera salido por los susodichos agujeros, nos hubiera hecho hundir).

Me sorprendió también la corriente del río, ¿cómo es posible que el agua que circula en una dirección pueda provocar olas en la contraria? (y eso que las corrientes laminares y turbulentas las había estudiado en la carrera, pero una cosa son las fórmulas y otra verlo con los propios ojos).

Durante el descenso, hice otra cosa que no había hecho antes: bañarme en un río. Las aguas estaban heladas, pero fue divertido. La subida de nuevo al bote con la ayuda de los compañeros, que si no, todavía estaría en remojo.

Una cosa complicada fue la coordinación del equipo. Como yo iba en primera fila, me debía coordinar con la otra capitana, y así lo hice. Los de detrás debían coordinarse con la persona situada delante suyo. El resultado fue un desastre, cada dos por tres me daba con la pala del de atrás. Aun así, la cosa no debe ser tan difícil, porque con las indicaciones del monitor únicamente nos comimos una roca (y no fue muy grave) y no volcamos. También me pareció difícil conseguir salpicar a los del bote del lado con la pala. No conseguía levantar agua a más de 5 cm de la superficie, y eso con un gran esfuerzo. Los de la otra barca, en cambio, me ducharon pero que bien duchada.

Después del rafting, duchita, comida y viaje de vuelta por un camino alternativo, sin curvas y más rápido, pero que no detallo porque casi llego a las manos con la copiloto. Cuando en un momento de nuestra acalorada conversación me dijo “mira rica...” y noté que yo la había agarrado del brazo y le respondía “mira, lo de rica sobra...” de poco me da algo. Yo que pensé que ya era capaz de mantenerme fría en cualquier situación y allí estaba, perdiendo los nervios...


En resumen, el descenso fantástico, pero mi recomendación es ir todo un fin de semana para amortizar las 6 horas de viaje.

11.7.06

Chapada a la antigua

Hoy he ido a la playa. He visto a tres adolescentes con lo que debe ser la última moda: enseñando los calzoncillos (subidos casi hasta la cintura) debajo del bañador, caído hasta media pelvis (por lo que yo recordaba los bañadores de chico tipo bermuda llevaban una especie de braga incorporada que evitaba sorpresas inesperadas, así que no entiendo lo de llevar los calzoncillos debajo).

Al volver a casa en el metro, una chica con unos pantalones bajos de cintura y unas bragas a juego sobresaliendo dos palmos (y no porque los pantalones se hubieran bajado ligeramente, sino porque las bragas eran tan altas que aún con los pantalones en su sitio, siempre se verían).

Lo siento, debe ser que ya soy mayor, pero esta moda me parece una horterada. Puedo pasar que se vean los sujetadores según que camisetas te pones (aunque tampoco me gusta, lo prefiero a los tirantes de silicona...), pero ir enseñando deliberadamente las bragas o los calzoncillos, como que no.

7.7.06

Yogurines


Ayer salí a cenar y de copas con unos ex-compañeros de trabajo. Era una celebración de despedida, puesto que una de las compañeras más queridas por todos dejaba la empresa.

Yo trabajaba en una multinacional, con mucha rotación de personal y en la que cada año entraban bastantes personas nuevas, recién licenciados la mayoría de ellos y, también la mayoría, del sexo masculino...

En la despedida de ayer estábamos las dos facciones, los antiguos, que habíamos pasado muchos años en la empresa, y que sobrepasábamos los treinta, y el grupo de los yogurines, nuevas incorporaciones de este año o el anterior, que no llegan a los 25 añitos.

Al principio, como pasa siempre en todas estas ocasiones, los grupos nos manteníamos más o menos separados. La cena fueron unas tapas, que comimos de pie, y por tanto nos colocábamos por donde podíamos, intentando escoger el lugar más fresquito o donde menos te empujaran.

Saliendo de las tapas ya tuvimos algunas bajas en el grupo, pero nos fuimos a tomar la primera copa. Primer intento fallido en el Suborn (todavía era pronto y la gente todavía estaba cenando), acabamos en el Borneo. Los grupos todavía seguían sin mezclarse demasiado.

Acabada esta primera copa, la deserción en masa, quedando únicamente 6 personas. Tres chicas (todas pertenecientes al grupo de los antiguos) y 3 chicos (todos pertenecientes al grupo de los yogurines). Al día siguiente tocaba trabajar (a mí no, pero a todos los demás sí). Sin embargo, después de los txacolís y de la primera copa, las ganas de divertirse pesaban más que el sentido del deber.

Decidimos ir a la Plaza Real. Primer intento en el 13, donde no dejaron entrar a uno de los yogurines (todavía no sabemos el por qué). Salimos todos del local. Segundo intento en el Royal Café (intento fallido porque estaba cerrado). Tercer intento en el Karma, y allí sí que nos quedamos.

Al principio el local estaba completamente vacío, pero a nosotros nos importa poco, cuando llevas buena compañía ni lo notas. Luego la cosa se fue llenando, pero sin llegar a las aglomeraciones habituales del fin de semana.

Unas copas en el Karma, y los yogurines (especialmente el que no habían dejado entrar en el 13), empezaron a desmelenarse. Aparte de los autotoqueteos (como el típico “psss, estoy ardiendo” o el “pellizco en los pezones”) y los toqueteos “homo” entre ellos, empezaron también los bailes arrambados con nosotras.

Imaginad lo que representa para una tía de más de treinta, soltera y con ganas de marcha, tener a un yogurín de menos de 25, con un cuerpazo, simpático, con un buen trabajo, independizado, bailando más arrambado que en la lambada... Terrorífico... ¿Me pregunto si lo hacen sólo por calentar al personal o con el alcohol no se dan cuenta? Y los piropos de vaya cuerpazo, qué bien estás, etc. tampoco menudeaban...

Y lo peor es que la cosa no funcionaba sólo cuando estábamos bailando. Hablando también son geniales. Y se te ponen muy cerquita, con sus labios a menos de 15 cm, mirándote fijamente... Repito: terrorífico.

Al final, no pasó nada (y eso que uno de ellos nos llevó a casa en coche), aunque lo reconozco, esta noche he soñado con los yogurines.


(Por cierto, la foto no corresponde a la fiesta de ayer, que todavía no me han llegado los momentos inmortalizados con el móvil, me muero de ganas por verlos...)

2.7.06

Contrátame!


Desde hace unos meses trabajo por mi cuenta. Cómo he llegado hasta aquí, es una larga historia. No soy especialmente emprendedora, pero las circunstancias han hecho que pueda arriesgarme a intentarlo sin mucho que perder. Tengo un par de años de margen para conseguir que el negocio arranque, y si no arranca, pues a otra cosa, mariposa.

Lo que me resulta curioso del caso es que la mayoría de gente que conozco, al enterarse, invariablemente me dicen: “contrátame” o el más sutil “¿no necesitas un ayudante?". Y eso sin saber cómo soy yo de jefa, y lo más importante, sin saber en qué consiste el trabajo. Hasta se ofrecen para traerme los cafés.

Esta reacción me lleva a pensar que la gente está muy insatisfecha con su situación laboral. Yo también acabé así. El trabajo me encantaba, pero me costaba aguantar a mis jefes y sus presiones. Consideraba que teníamos que trabajar más de la cuenta por mala organización y porque, como en cualquier empresa, había un montón de “chupópteros” que no hacían nada, y sin embargo, estaban muy bien considerados.

Es una suerte poder trabajar en algo que te llene (yo la he tenido siempre, creo que debo ser una de las personas más afortunadas del mundo). Pero si no tienes esa suerte, hay dos opciones: moverte para cambiarlo o bien aceptarlo y no quejarse. La mayoría de la gente, sin embargo, opta por quejarse y no hacer nada, quizás sea lo más cómodo.

Ahora, lo único que echo de menos de mi anterior trabajo, es que al estar por mi cuenta no tengo compañeros de trabajo, sniff, sniff...