21.12.08

Tarde, tarde...

Hay crisis. Se nota en todas partes. Antes de la crisis yo tenía asumido que me iba a subir la hipoteca. Los tipos de interés cada vez estaban más altos. El petróleo subía, el dólar bajaba (menos mal) y todo era más y más caro.

Luego, en noviembre, los tipos bajaron de golpe, pero demasiado tarde para mí. Las nuevas cuotas de la hipoteca aplican a partir de enero. Los cálculos los hacen en diciembre. Pero el euribor que utilizan es el de octubre.

No lo he visto hasta que no he recibido la carta, porque yo ya tenía esperanzas de ver cómo bajaba la cuota este año. No encuentro la carta de revisión del año pasado (debió ir al reciclaje), pero leyendo las escrituras del piso parece que esos son los términos de la revisión. ¡Qué rabia!

En realidad no debería importarme, porque mañana me va a tocar el gordo y aunque no me permitirá retirarme, sí que cancelo la hipoteca.

8.12.08

¿Despistes?

El tiempo pasa volando y, dicen algunos, con el tiempo nos volvemos más sabios. Yo no estoy segura de ello, pero de lo que sí estoy segura es de que a partir de una cierta edad, conforme pasa el tiempo, nuestras capacidades mentales se van reduciendo.

Algunas veces, me encuentro a mí misma dirigiéndome a la cocina o a alguna habitación de la casa y una vez allí me doy cuenta de que no sé por qué había ido allí: ¿tenía sed?, ¿iba a preparar la bolsa del gimnasio para la tarde?...

Hoy creo que he dado un paso más en el deterioro neuronal. Como cada mañana, sobre las 11 y media me he preparado un té. Cuando ha sonado el timbre del microondas señalando que el agua ya estaba me ha asaltado la duda sobre si había seleccionado un minuto y medio, que es lo que tarda en calentarse la leche para un café soluble, o bien dos minutos y medio, que es lo que tarda el agua para el té negro. Por si las moscas, lo he puesto a calentar un minuto más.

Una vez caliente el agua he metido el infusor en la taza y he esperado los cuatro minutos de rigor jugando una partida de cartas en el ordenador. Seguramente han pasado más de cuatro minutos, pero cuando he vuelto a la cocina me he sorprendido al ver que el agua no había tomado color. Qué raro, es té negro, he pensado. He agitado el infusor y nada. Al sacarlo me he dado cuenta que no había puesto té dentro del cacharrito.

Al final he decidido prepararme un té empezando de nuevo, así que he tirado el agua, he llenado la taza y esta vez, con una precisión milimétrica, he conseguido hacerme un té delicioso. ¿Es grave, doctor?

7.12.08

Preguntas

Esta tarde tengo la cabeza llena de preguntas. Suele pasarme los días en los que no tengo planes. Supongo que tantas horas por delante sin ningún objetivo concreto permiten (u obligan) a mi cerebro a plantear todo tipo de cuestiones.

El caso es que las preguntas que me rondan por la cabeza no tienen respuesta. Cuando la pregunta es un por qué, no suele haber un motivo. Simplemente es así y punto. No encontraré la tranquilidad de espíritu que busco en una respuesta racional. El otro tipo de preguntas tampoco tienen respuesta, porque la respuesta no existe todavía, sino que la voy construyendo conforme voy viviendo.

Quizás sería útil hacer una lista con todas estas preguntas tontas. Dejarlas por escrito y, sabiendo que están en algún sitio, quitármelas de la cabeza, puesto que seguro que ya no se me olvidan. Quizás también sería útil escribir todo lo que tengo ganas de decirle a ciertas personas, para también dejar de pensar en ellas. Quizás no lo fuera, puesto que en el fondo, seguiría queriendo las respuestas.

4.12.08

Dudas razonables

Hay veces que me pregunto si la gente intenta tomarme el pelo o simplemente es que yo interpreto mal. Esta duda siempre viene acompañada por otra que me resultaría más dolorosa si fuera cierta: ¿se ríen de mí al recordar cómo me han estado liando?

La verdad es que ninguna de las dos cosas tiene importancia. Lo que sí la tiene es que para algunas cosas yo sea tan boba. Me gustaría aprender, pero me da miedo que eso suponga estar de vuelta de todo y mirar el mundo con desconfianza. Qué difícil es el equilibrio.

3.12.08

Tortilla vs. huevos revueltos

Hace unos meses discutía con MS sobre si eran mejores los huevos revueltos o la tortilla francesa. Mi postura era a favor de los huevos revueltos. La rapidez en hacerlos compensaba cualquier otra ventaja que pudiera tener la tortilla. Él abogaba por la tortilla, ensalzando su esponjosidad y minimizando el extra de tiempo que supone batir los huevos antes de echarlos a la sartén.

A pesar de que en aquel momento no cambié mi preferencia y seguí haciéndome huevos revueltos, desde hace unas semanas volví a probar la tortilla. Todavía no sé por qué, seguro que no fue a raíz de nuestra conversación, pero reconozco que ahora he cambiado de bando: la tortilla me parece mucho mejor que los huevos revueltos, y mientras se calienta el aceite da tiempo de batir los huevos, así que el incremento de tiempo en preparar el plato es prácticamente nulo.

Tanto en la cocina como en la lectura y el cine veo que soy bastante influenciable por lo que me recomiendan los demás (o por lo que comentan, a veces cojo ideas al vuelo). No siempre me gusta lo que les gusta a los demás, pero muchas veces sí, y sólo por eso ya merece la pena estar atenta.