13.11.10

Lo bueno, si breve...

En la comida psicodélica del domingo pasado surgió un tema sobre el que he estado reflexionando esta semana. Hablando de las presentaciones (powerpoints de proyectos, vamos), decíamos que lo bueno, si breve, dos veces bueno.

Yo me aventuré a decir que estaba totalmente de acuerdo con el dicho. Momento de silencio en el que todos estuvimos pensando en el sexo, y tras unas miradas y una pregunta entre E y ERM: ¿estás pensando lo mismo que yo?, yo dije que en el tema sexo, también lo consideraba válido.

Los polvos eternos que no se acaban nunca no me gustan (si tanto se alarga la cosa, llega un momento en el que yo ya no disfruto, mi cabeza se va y únicamente me pregunto si el tío lo está haciendo por mí, con lo cual la está cagando, o realmente es que no llega a ninguna parte, con lo cual, ¿por qué no nos damos un respiro?).

Entonces, ¿a ti te sólo te gustan los polvos rápidos?, fue la pregunta de E. Pues no, me gustan los polvos con su duración justa y los ideales son aquellos en los que tanto yo como mi pareja estamos sincronizados y llegamos al orgasmo juntos.

Les dije a E y a ERM que no me veía en un estado de orgasmo permanente. Viendo el reportaje de Redes de la semana pasada
me reafirmo en mi idea. En un momento del programa, describen el experimento que se hizo sobre unos ratones a los que se implantó un chip en el cerebro para estimular el centro del placer. Los ratones aprendieron que si apretaban una palanca se producía una descarga placentera y que si apretaban otra, obtenían comida. Los ratones se dejaron morir de hambre porque únicamente apretaban la palanca del placer. Lo siento, pero todavía me queda mucho por vivir.

La reflexión de esta semana, sin embargo, no ha sido sobre la duración de las relaciones sexuales, sino sobre el significado del refrán. Yo creo que en realidad lo que nos viene a decir es que si alargamos las cosas más allá de lo necesario, es más que probable que de buenas pasen a mediocres o incluso se conviertan en malas. Supongo que el problema está en saber discernir cuándo es suficiente.

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