8.5.07

Pescando tiburones

Tengo que leer Moby Dick. Creo que soy como el capitán Ahab, persigo algo que sé que me va a destruir (la diferencia, por lo que parece, es que yo al menos no arrastro a nadie a la ruina con mi obsesión).

Hay noches en las que dejo mis aparejos de pesca tendidos. Si tengo suerte algunos peces pican, pero como estoy durmiendo, ni me entero, se sueltan y por la mañana es como si no hubiera pasado nada.

Otras noches también pica Moby Dick, aunque para mí, más que una ballena blanca, es el tiburón que me arrancó el corazón. A veces, incluso, despierto de mi sueño intranquilo de pura casualidad, salgo de la cama, le veo mordiendo el anzuelo y me enfrento a él, siempre para perder.

La batalla está perdida de antemano, pero en mi cabeza le doy mil vueltas, imagino todas las variantes, incluso salgo vencedora. Simplemente, todavía no entiendo por qué me levanto y vuelvo al ring en lugar de salir corriendo para siempre. Quizá la lectura de un clásico me ayude, pero sólo quizás.

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