Lo que sí recuerdo claramente es que mis padres no se pringaban nunca de arena. A la hora de marcharnos, cogían los cubos, los llenaban de agua y nos quitaban la arena de encima. Luego, nos cogían en brazos y nos llevaban en volandas hasta fuera de la playa. En aquella época pensaba que el no pringarse era debido a que mis padres eran mayores (aunque ellos todavía no habían cumplido los 30 años) y que los mayores no se pringaban como los niños pequeños.
Han pasado muchos años desde entonces, y ahora con 37, me doy cuenta que la edad no tiene nada que ver. Cada vez que voy a la playa acabo croqueta, totalmente rebozada de arena, con la diferencia de que ahora nadie me la quita con el cubo de agua y me lleva en brazos hasta un lugar seguro.
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