Poner en palabras las sensaciones o los sentimientos es una de las cosas que me resultan más difíciles. Y el grado de dificultad aumenta según se trate de ponerle palabras en tu cabeza, ponerlas por escrito o decirlas en voz alta.
Verbalizar, sin embargo, ayuda a clarificar. Una palabra es una etiqueta y si consigues dar con la palabra o el conjunto de palabras adecuados, ya tienes el sentimiento etiquetado, clasificado y por tanto, bajo control. En mi caso, como siempre, se trata de tenerlo todo bajo control.
Ayer me preguntaron ¿te has enfadado?. Claro que no me había enfadado, aunque evidentemente no me había gustado leer lo que me habían dicho. ¿A quién le gusta enterarse de que no es suficiente? Es curioso, pero duele más quedarse al límite que no tener ninguna posibilidad.
A pesar de mi apariencia dura y cerebral, todo mi entorno me afecta sobre manera. Las palabras, los tiempos e incluso la disposición de las cosas. Supongo que por eso me gustan las rutinas, ya las conozco, no disparan en mí un análisis de la situación, le permiten un descanso a mi cerebro revolucionado.
Otra ventaja de verbalizar, en este caso únicamente cuando lo hago por escrito, es que me quito las cosas de la cabeza. Si dedico un tiempo a plasmar lo que tengo dentro, ya puedo desechar la idea sin miedo a perderla y que luego sea útil en un futuro. Cuando quiera volver a ella, sólo he de revisar el blog. No poder recordar, aunque muchas veces sería una bendición, es uno de mis mayores miedos. Supongo que por eso he desarrollado mi fotocompulsión, por eso me cuesta tirar cosas, por eso escribo.
Y ahora vendría la frase de la conclusión. Una de mis típicas preguntas para dejar al lector con algo en que pensar o una reflexión de cosecha propia, pero hoy, no sé por qué, no se me ocurre nada suficientemente catchy.
16.7.08
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1 comentario:
Fantástica verbalización de toda una idea el post! Es el mejor post que has escrito en meses, muy íntimo!
MS
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