17.3.08

Vídeos de primera

El sábado fui a cenar con un amigo (de los de sin ningún derecho añadido) y luego a tomar unas copas. Fuimos a un local en el Raval que era una especie de palacete, con una decoración bastante barroca, incluyendo una calavera en una urna de cristal.

El caso es que el suelo del local presentaba desniveles y mi silla quedó justo encima de uno de ellos. Después de unos pequeños ajustes de posición, me pareció que aunque un poco inclinada, el asiento era seguro.

¡¡¡Error!!! Cuando ya casi había terminado mi copa, y supongo que debido a que cuando hablo gesticulo mucho, mi centro de gravedad se debió desplazar, y como si pasara a cámara lenta, pude observar como todo mi alrededor se iba inclinando, hasta que mis huesos dieron con el suelo (por suerte enmoquetado, con lo cual no sufrí daños y parece que no tengo ni un cardenal).

Una vez en el suelo, me levanté dignamente (eso sí, presa de un ataque de risa por la cara de espanto que se le había quedado a mi amigo). Parece ser que la caída fue discreta y sólo desde dos mesas se dieron cuenta. Desde una me sonrieron y desde la otra ni siquiera eso.

Según me cuenta mi acompañante, lo más curioso fue que no hice ningún movimiento para detener la caída. Ni aspavientos con los brazos ni un intento de agarrarme a la mesa. Lo acepté y caí con una sonrisa, supongo que porque el alcohol ya había hecho mella en mí.

En cierto modo este episodio me recordó cuando me atropelló un coche (no confundir con el episodio en el que me arrolló un camión y nací de nuevo). Cuando estaba sucediendo era totalmente consciente que iba a impactar con el coche. La conductora no estaba mirando, pero yo sólo tenía que haberme detenido. Sin embargo seguí caminando, el coche me dio y salí disparada por los aires. En aquella ocasión nada grave, excepto una pequeña cicatriz en la barbilla, que con los años se ha vuelto casi invisible.

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